sábado, 12 de marzo de 2011

Sobre el amor...


La voluntad vive y se desvive en aumentar, corregir y perfeccionar el amor. Si el amor fuera sólo una exaltación transitoria y fugaz de los sentimientos, su movimiento sería superficial, inmediato y satisfaría la parte más elemental y epidérmica del ser humano.Con lo cual estaríamos ante un subproducto afectivo que cultiva el instante, un monumento a la superficialidad, pasatiempo agradable
que deslumbra sin iluminar o después se desmorona por carecer de firmeza.

Producto típico de una sociedad de consumo, permisiva, que ha perdido los puntos de apoyo fundamentales.El resultado final es la fascinación irresistible por todo lo que significa que sensaciones gratificantes y placenteras.

Hoy se respira, en la convivencia conyugal, una falta de calidad en el esfuerzo personal por mejorar, necesitamos un rodrigón que contrapese esa inclinación, tan acentuada hoy, al abandono y a la dejadez, que a la larga son mortíferos.

En el amor conyugal interviene también la inteligencia, su participación es importante, puesto que da a la vida afectiva la posibilidad de echar raíces.

Inteligencia es capacidad para distinguir lo accesorio de lo fundamental capacidad para resumir la propia situación propia y ajena, comprensión lógica  de lo que sucede para obrar en consecuencia.
En apariencia, le quita espontaneidad y calor al amor, pero esto es sólo aparencia, lo que en realidad hace es darle firmeza, consistencia frente al futuro, solidez arquitectónica.

Decían los filósofos antiguos: no se puede amar lo que no se conoce, el conocimiento de esa persona pone sobre la pista de sí o no es la adecuada, aquella con la que tiene sentido comprometerse para pasar la vida juntos.

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